veintitrés de abril...

Mis manos eran muy pequeñas cuando por primera vez abrí el Quijote que había en casa.
Dos tomos no muy gruesos pero de gran formato que hacían tarea harto complicada para mis pocos años terminar una página entera.
Además a la poca envergadura física hay que sumar mi exagerada imaginación de entonces y mis ganas de “ver” exactamente delante de mi lo que estaba ocurriendo en cada párrafo, lo cual provocaba que me perdiese a menudo y debía volver al principio para recordar por donde andaban esos dos aventureros.
Leía esos volúmenes con mucho respeto, sobre todo por las continuas advertencias de mi padre de que fuese con cuidado de no estropearlos.
Los trataba como si fuesen para un sacerdote los Santos Evangelios escritos de puño y letra por el mismísimo San Mateo.
Uno de los personajes que recuerdo con desagrado, casi con odio, es el bachiller Sansón Carrasco. Prueba de la influencia que tienen las lecturas en nosotros es que cuando oigo la palabra “bachiller” la asocio a un ser antipático, un asesino de sueños, un “segurata” con mentalidad práctica que no cree en las hadas ni en la justicia social. Nunca he podido quitarme de la cabeza esa imagen de sabelotodo que piensa que esta haciendo un favor a la humanidad matando poetas, un ser molesto como el tío que cuenta el final de las películas en voz alta en los cines para ahorrar tiempo.
El Caballero de los Espejos, por mucho nombre biensonante que se pusiese para ir a sanar a Don Quijote, no era mas que un segundón, incapaz de llegar a la suela de los escarpines agujereados del Caballero de la Triste Figura; lo único que podia hacer para adquirir notoriedad era una lobotomía a su rival con la excusa de sacarlo de la locura, que no fué tal, en pro del interés general.
Consigió pasar a la historia de una manera odiosa , hasta podríamos cambiarle el nombre , llamarlo Caballero de las Lentejas de Bote, o David Chapman , casi seguro que nadie pondría objeción a rebautizarlo con un nombre infame.

Han pasado los años, y muchos tesoros escritos han estado entre mis manos que ya son más grandes, por cierto.
No tardo tanto en “ver” las escenas, mas que nada porque el tiempo, según para que , pasa más rápido y también es cierto que con los años se va adquiriendo práctica junto a la experiencia , tenemos todos la memoria saturada de información que puede volver a la superficie con un sencillo .exe.

He leído Nocilla Dream (extraordinario) y he “visto” mas fácilmente hoy que es una micronación, o el aspecto de un árbol lleno de zapatos en el desierto de Nevada de lo que me costó “ver” como era Clavileño cuando yo solo tenia 10 años.
Ah! pero el Yelmo de Mambrino si supe enseguida que era, porque el abuelo tenía una bacía de latón en la barbería...

Ahora hay Sansones Carrascos para elegir; Quijotes y Sanchos alguno queda, no tengo dudas porque alguno conozco; Dulcineas existirán mientras haya enamorados; y los campos de la Meseta, aunque últimamente solo los veo desde el aire, siguen dibujando el mismo mar dorado que sirvió de escenario a la lucha de los locos contra los gigantes para conseguir que a pesar de todo, en el mundo la gente sonría y sea feliz.