No pretendo destripar este modesto milagro explicando brevemente sus requisitos: otra cena en un restaurante vecino, ésta de los miembros del admirable Orfeón Donostiarra, que celebraban -también con un buen yantar y bastantes copas- alguno de sus innumerables éxitos. Después, ya en la calle, varios entonaron el coro de "Nabucco" que tantos aplausos habían cosechado sobre el escenario. El resto es historia, la que acabo de narrarles. Lo importante de la anécdota es que de vez en cuando lo maravilloso puede asaltarnos la vida: por azar, por arte, por una de esas coincidencias que embrujaban a Jung, a veces porque hemos bebido o fumado algo estupendo, se abren las puertas que nos separan del fondo de las cosas y conectamos. Por un instante, todo parece ser como siempre debiera ser, pleno, intenso, gravemente alegre: después se desvanece poco a poco, pero nos queda el ramalazo tonificante de lo que hemos sentido durante ese momento. Y ayuda a vivir, vaya que si ayuda.
Los aficionados a los toros hablan del pellizco: es un algo más que habilidad o arte que ponen ciertos toreros en las suertes y que transmite a los espectadores el latigazo que el alma siempre espera para lanzarse al ruedo de la vida. Así lo describe Hemingway en El verano peligroso, viendo una verónica de Antonio Ordóñez: "No es la impresión que provoca el llanto. sino la que hace que el cuello y el pecho se pongan en tensión y los ojos se empañen al ver que algo que uno creía muerto y concluido vuelve a la vida en la propia presencia".
Pero a quien no le gusten los toros no debe preocuparse, porque este pellizco puede conseguirse de muchas otras maneras. Salta con un verso, con una sonrisa o una caricia, al escuchar que alguien dice "no" o "sí" justo cuando y como es debido. es un regalo precioso pero multiforme, y quizá no tan raro como suele creerse. Si no me equivoco, también las emociones que suelen llamarse "religiosas" con mayor propiedad pertenecen a este género: el de lo que dábamos por muerto pero no lo está y vuelve para traernos más vida.
El pellizco es la salvación momentánea, lo que nos rescata.
En uno de sus majestuosos momentos inspirados, dice Víctor Hugo que el tigre "lleva su piel marcada por la sombra de la jaula eterna". En esa jaula eterna estamos todos encerrados, fieras y humanos. De vez en cuando llega el pellizco, para que comprendamos por un instante que los barrotes son sólo sombras y que nuestro destino es abierto, como cuanto cubre el resplandor del sol.
La vida eterna (2007)
Etiquetes de comentaris: literatura
3 Comments:
Bons dias yoqueostiase.
Muito bom ,logo pela manhã, um post assim. Tal como toda a gente, também já tive momentos desses, lembro-me, assim de repente, do nascimento da minha fila...
Bons dias yoqueostiase, gostei do post, Luí, ainda bem que te dás ao trabalho de escrever estas coisas. Obrigado.
:)
Bueno
solo lo he copiado, no es demasiado trabajo.
Aunque primero lo he buscado
entre los libros que estan esperando a que los lea, eso ya lleva un poco mas de tiempo.
espero que todos tengan un buen dia.
Bem... O post foi "feito" por ti, não foi Luí?
Claro que, em baixo, fazes referência a Fernando Sabater, mas quem fez o post foste tu e mai'nada.
Eu cá também espero ter um bom dia, cheio, cheio, de trabalho... Uf!!!
:)
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