dimecres, de setembre 20, 2006


Cuando era pequeña, en el siglo pasado, yo ya tenia querencia a malgastar tinta.
Una vez escribí algo sobre la desaparición del sol. No guardo copia, la tendrán las monjas quizás, supongo que no.

De lo poco que me acuerdo es una niña viendo caer literalmente desde una ventana trozos de varias medidas de la estrella esa, de la cual torquemada decía que giraba alrededor de él (drinking too much eh father?)..

De esa experiencia no salió un saramago a pesar de lo angustioso y catastrofista para la humanidad que veo ahora el desarrollo del asunto que allí explicaba..

Pero si despuntaba una de mis obsesiones,no sé si es placer: tocar el Sol. Tener para mi su luz y su calor.

El sitio donde nací y vivo (al meu país la pluja no sap ploure) con sus muchas horas sin nubes ha potenciado esta obsesión.
También se explica así la fascinación por el sitio donde empieza, desde donde nos dicen que sale cada día a los occidentales: Japón, y el sitio en donde se apaga cada día de manera invariable: el Cabo da Roca mas o menos.

Sería capaz de estar cual reptil o placa solar absorbiendo y acumulando rayos y calorías...sin importarme si me estoy asando como sanlorenzo o friendo como un huevo de casa lucio..

Antes para mi no había luz como la del mediterráneo en abril, pero un día en que deje de mirar mi ombligo, por cierto bastante bien organizado, encontré (con ayuda de "deus") este lugar donde la luz es espectacular.
Existía un cielo de invierno sin una nube que molestase, y la luminosidad era exagerada.
Lo juro.

Ofensiva para los esclavos del pladur y el silestone.



Recomendable, absolutamente recomendable.

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